Uno de los eventos que más ha marcado la vida de Juan XXIII fue una extraña experiencia vivida en su estancia veraniega de Castel Gandolfo, en el año 1961. Aunque era un secreto a voces, su secretario personal decidió hacerla oficial 20 años después de la muerte del prelado.
"El Papa y yo estábamos caminando a través del jardín una noche del mes de julio de 1961, cuando observamos sobre nuestras cabezas una nave muy luminosa. Era de forma oval y tenía luces intermitentes, de un color azul y ámbar. La nave pareció sobrevolar nuestras cabezas por unos minutos, para luego aterrizar sobre el césped, en el lado sur del jardín”, narró el secretario.
"Un extraño ser salió de la nave; tenía forma humana, a excepción de que su cuerpo estaba rodeado de una luz dorada y tenía orejas más alargadas que las nuestras. Su Santidad y yo nos arrodillamos. No sabíamos lo que estábamos viendo, pero supimos que lo que fuese no era de este mundo, por lo tanto, debía ser un acontecimiento celestial."
“Rezamos, y cuando levantamos nuestras cabezas, el ser todavía estaba allí. Esto nos comprobó que no era una visión lo que vimos. El Santo Padre se levantó y caminó hacia el ser”, añadió el asistente. "Los dos estuvieron alrededor de 20 minutos uno frente al otro; se los veía gesticular, como si hablaran, pero no se sentían sonidos de voces. Ellos no me llamaron, por lo que permanecí donde estaba y no pude oír nada de lo que hablaron".
Prosigue diciendo que "luego, el ser se dio la vuelta y caminó hacia su nave y enseguida se elevó. Su Santidad dio media vuelta hacia mi y me dijo: ¡Los hijos de Dios están en todas partes; aunque algunas veces tenemos dificultades en reconocer a nuestros propios hermanos¡".
Aunque la experiencia parece increíble, el secretario nunca supo que fue lo que habló Juan XXIII con este misterioso personaje, y siempre se ha especulado con algunas revelaciones que le habría hecho el visitante cósmico.
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